lunes, 22 de julio de 2013

Hiyab y pérdida del miedo al poder

La Plaza Tahrir vuelve a congregar a miles de manifestantes dos años y medio después de que la revolución en Egipto provocara la marcha del ex presidente Mubarak. Fueron los inicios de la revolución egipcia un soplo de aire fresco para sus habitantes que vieron la oportunidad de que su país se convirtiera en una democracia, o por lo menos, en intentar llevarlo hacia ella.
Grupo de mujeres egipcias en un momento de las protestas

Una pieza fundamental para que la revolución fructificara fueron las mujeres, las egipcias encontraron en la sublevación una puerta por la que acceder a unas condiciones de vida mejores donde las vejaciones y sobre todo las violaciones cesaran, o al menos disminuyeran, además de poder participar activamente en la vida política.
Son muchos los testimonios de mujeres que fueron violadas repetidas veces en la Plaza Tahrir o sus aledaños. La ONU ha condenado en repetidas ocasiones los abusos que sufren las mujeres egipcias y comentarios como el del clérigo Abu Islam, que afirmó en una grabación en vídeo difundida a través de la red, que éstas acudían a la Plaza Tahrir a ser violadas, no contribuyen a una mejora en lo referente a la igualdad de género en el país africano.
El 3 de julio se inició una nueva etapa en la transición democrática egipcia al ser depuesto de su cargo el hasta entonces presidente Mohamed Morsi. El Golpe de Estado militar devolvió al país las protestas y los duros enfrentamientos entre los partidarios de la continuidad de los Hermanos Musulmanes y los que apoyan al ejército. Morsi, según los militares, no ha cumplido los objetivos por los que supuestamente la ciudadanía, a través del voto, lo colocó en el poder, de ahí su decisión de tomar las riendas del país derogando la recién estrenada Constitución.
Según Human Right Watch, la epidemia de abusos sexuales que afecta a Egipto se ha intensificado con la nueva oleada de protestas. En tan solo cuatro días se contabilizaron unos 91 ataques lo que muestra el peligro que conlleva para una mujer egipcia salir a la calle.
Los hombres, en cambio, no creen que este sea el momento idóneo para que las mujeres reclamen tales derechos. No piensa lo mismo Michelle Bachellet, la directora ejecutiva de ONU-Mujeres que en su carta de marzo de 2012, “The Time is Now” instaba al mundo a contribuir con todos los medios posibles en la lucha a favor de la igualdad de género.
Frente a la policía sin miedo.
Los casos que más sorprenden e impactan son aquellos en donde las mujeres son sometidas a un test vaginal. Este test consiste en comprobar si la mujer es virgen o no antes del matrimonio. Para el test vaginal emplean en muchas ocasiones las manos, introduciéndolas repetidas veces en la vagina, lo que supone un atentado contra la intimidad de la mujer. La mayoría que denuncia este tipo de situaciones alegan que son obligadas a desnudarse en frente de un número importante de oficiales del ejército, hay testimonios que incluso afirman que el test ha conseguido que parezca que han perdido la virginidad, además, son muchos los casos en los que el test es llevado a cabo por un oficial del ejército y no por un especialista.
El día después de la celebración del día de la mujer trabajadora del año de la revolución (2011), el ejército decidió desalojar la Plaza Tahrir donde se encontraban una gran cantidad de mujeres. Muchas de ellas fueron obligadas a formar dos filas, una integrada por las solteras y otra por las que ya habían contraído matrimonio. Las primeras, fueron obligadas a desnudarse incluso recibiendo electroshocks para las que se mostraban más reacias a seguir las instrucciones de los soldados. Este trato denigrante ha empezado a ser habitual durante las manifestaciones de ahí que hayan saltado todas las alarmas a nivel internacional.
Desde Egipto también se denuncia que se paga a jóvenes para que cometan violaciones. El objetivo es conseguir generar miedo, que se difunda entre la población femenina estos actos horrendos para evitar así que las mujeres acudan en masa a las protestas. Hay casos en los que las mujeres se han atrevido a hacer pública su situación y contar las agresiones sufridas. Todas las historias coinciden en una cosa. Como si de una presa se tratara, la mujer es rodeada por varios hombres, el número de hombres es indeterminado. La mujer en estos casos se siente indefensa porque ve que no puede hacer nada, ni siquiera pedir ayuda, ya que es muy difícil que alguien decida ayudarla. El resto de la historia es un cúmulo de desagradables oraciones donde la mujer es violada repetidamente por, un número que en muchos casos, suele ser indeterminado de hombres. Las secuelas que genera son físicas, las hay que incluso les impide caminar por varios días, y psicológicas, pues han sido vejadas una y otra vez, en público, obligadas a tener sexo sin consentimiento. Aunque este problema se ha incrementado con las protestas, las violaciones en Egipto no son un problema que venga con la revolución. En 2010, un informe de la ONU revelaba que el 80 por ciento de las mujeres egipcias confesaba haber sufrido algún tipo de agresión sexual.
El problema está en que aunque las mujeres decidan acudir a la policía a denunciar, en la mayoría de ocasiones es la propia policía la que niega la ayuda lo que genera frustración e impotencia, además en Egipto tratar el tema sexual en la familia suele ser tabú por lo que para las afectadas resulta especialmente difícil afrontar la situación.
La mayoría aplastante de hombres en el Parlamento egipcio hace muy difícil el acceso de las mujeres a las instituciones públicas y a las decisiones de estas.
Aunque el Parlamento egipcio está ahora disuelto, la composición que tenía tras las primeras elecciones celebradas después de más cincuenta años, en las que Mohamed Morsi salió elegido, era con una proporción de mujeres muy escasa. Egipto está compuesto en un 51 por ciento por mujeres y la representación parlamentaria que estas tenían tras las elecciones era de tan solo ocho mujeres, en un parlamento formado por 508 escaños, de los cuales 498 fueron elegidos en las urnas y los diez restantes designados por la Junta Militar. Es decir, menos del uno por ciento. Esto se debe a que las mujeres son colocadas las últimas en las listas electorales, lo que se puede interpretar como una forma de veto para que las mujeres no tengan acceso a los órganos de poder lo que invita a pensar que el camino a recorrer por estas va a ser largo y complicado.